Nosotros

Así comienza nuestra historia

Uno de los mayores dolores de mi vida llegó cuando tenía apenas 10 años: mi perro Jasper falleció en mis brazos debido a un cáncer. Nunca pensé que lloraría tanto por una mascota, pero con el tiempo comprendí que había sido mucho más que eso. Jasper había sido mi soporte emocional en todos mis momentos de soledad y tristeza, mi compañero incondicional.

Vivíamos en una casa arrendada y en ese entonces no existían los crematorios para mascotas. Tuve que envolverlo en sábanas e ir al cerro más próximo para poder enterrarlo, una experiencia que me generó un dolor adicional cuando me vine de la Quinta Región a Santiago, dejándolo atrás. Me preguntaba si ese proceso podía ser menos doloroso, más llevadero. Además, solo tenía una foto de él.

Con los años comenzaron a aparecer los crematorios de mascotas, donde al menos tienes la certeza de que las cenizas que guardas son realmente de tu compañero. Pero ver únicamente una ánfora de greda, o en el mejor de los casos de bronce, tampoco hacía el duelo más llevadero.

Fue así como a los 31 años tuve la oportunidad de conocer el arte de la porcelana fría, y ese descubrimiento me conectó inmediatamente con aquella necesidad que llevaba dentro: hacer el dolor más llevadero. Encontré muchos emprendimientos que se dedicaban a realizar figuras de mascotas, pero la mayoría eran caricaturescas. Yo, conectando con mi dolor pasado, quería ver algo más realista, algo que realmente se pareciera a lo que había perdido.

Me di cuenta de que nadie enseñaba este arte del realismo en porcelana fría. Decidí entonces tomar cursos muy básicos en el manejo de este material y, después de mucho ensayo y error, logré de manera empírica y autodidacta alcanzar el nivel de realismo que tanto busqué. Quería crear arte hecho con mis manos, no réplicas de plástico producidas por una máquina. Quería que cada figura llevara alma.

Actualmente tengo 41 años y he podido realizar más de 10,000 figuras personalizadas, además de miles de llaveros, entregando consuelo a todas esas personas que vivieron lo mismo que yo cuando pequeño. A pesar del dolor vivido, agradezco profundamente esa experiencia porque me permite conectar al 100% con quienes atraviesan ese duelo, y entregarles aquello que me faltó cuando niño: un poco de paz y alegría a través de una réplica de su amado compañero.

Ahora, después de una década perfeccionando estas técnicas, he decidido compartir este conocimiento con quienes deseen aprender. Porque sé que detrás de cada figura que enseñe a crear, habrá alguien más brindando consuelo, perpetuando el legado de amor que Jasper me inspiró a comenzar.